martes, 6 de septiembre de 2016

El otro reto.

Día 2: Katmandú.
¡Gran día! Hoy nos despertábamos con ganas, acabábamos de llegar, tuvimos un día duro al llegar y ahora estábamos descansados y con mucha ilusión de empezar ya. Hoy era el primer día del planing con nuestro guía, al día siguiente volaríamos a Lukla, empezaría lo bueno.

Entregando regalos a los niñ@s.
Antes que todo eso había otra cosa que resolver, meses antes jamás se me hubiera ocurrido complicarme la vida con algo de esta magnitud, ya de por si, entrenar y preparar el viaje era agotador y un quebradero de cabeza, pero como siempre, me gusta complicarlo todo un poco más, esta vez claro, no iba a ser diferente. Era el día que estábamos esperando también, teníamos una misión que cumplir, había puesto más de 46 kilos de material escolar y unos 50 uniformes de Gusyluz (el centro de educación infantil de mi hija) allí, en Katmandú, aún no sé muy bien como logré eso, la verdad es que pocas veces he hecho algo igual, habían más de mil euros allí para repartir, entre material, uniformes y dinero en efectivo, porque a todas estas, también llevamos dinero en efectivo que logramos recaudar, unos doscientos y pico euros si mal no recuerdo.
Foto de grupo.
Antes de seguir, decir que hasta día de hoy no había nombrado, con su nombre, el centro Gusyluz, espero que lo entiendan y sobre todo que lo entienda el centro, la seguridad de los míos es lo primero. Así que ahora los nombro, gracias GUSYLUZ, os habéis portado del diez, gracias a las profesoras y a los papas y las mamas de Gusyluz, que me han dado tanto material incluso dinero para repartir allí. Un beso enorme a toda esa familia que compone Gusyluz Tenerife. ¡A por otra etapa ahora!

Director y niño.
Seguimos… Nos despertábamos temprano, desayunábamos bien y nos vino a recoger el director de la ONG con un conductor, cargamos los dos maletones y con mucha ilusión nos fuimos hasta un lugar a las afueras de Katmandú. Si Katmandú es pobre no quiero ni explicaros lo que se podía ver por allí, pero era brutal. Era duro de ver, incluso de oír. Tras 40 minutos de coche con un calor inmenso y una polución terrible llegamos. La escuela eran 4 muros mal levantados, con una “casita” a modo de recepción o secretaría donde estaba el “despacho” del director y un pequeño almacén, después habían otras estancias, unas casas prefabricadas, hechas polvo, algunas derruidas por el terremoto y otras en proceso de reconstrucción.

Al llegar los niños y niñas nos esperaban haciéndonos un pasillo, llevaban flores en las manos que nos ofrecieron a coger, nos pusieron unas telas con mantras como signo de gratitud y nos pintaron con un tinte rojo la frente, significaba gracias y bendiciones según me dijeron, los dioses estaban agradecidos y estaban con nosotros. La verdad que pocos dioses vi yo por aquella zona… pero se agradece igualmente, y si nos estaban viendo espero que clavaran sus ojos en aquel sitio y no levantasen la mirada.

Selfi nepalí.
Las caras de los críos eran espectaculares, como si acabasen de llegar los Reyes Magos de verdad, como ídolos, era un sentimiento súper raro el que al menos a mi me invadía, por un lado yo estaba flipando más que ellos, nunca me habían mirado con esas caras, nunca había despertado tanta ilusión en un niño y por otro lado me sentía triste, por no poder ayudarlos más, porque ellos volverían a quedarse allí y yo poco más podía hacer, estaba triste por ellos, la verdad. Tampoco es una cosa que pueda explicar muy bien con palabras… así que no me voy a extender mucho más en esto.
Reunión inicial.
Entramos en la “secretaría” nos ofrecieron bebida, Coca-Cola caliente que agradecimos de corazón y nos explicaron un poco en que consistía todo allí,. Tenían niños huérfanos que eran los que estaban allí en ese momento, niños que habían perdido a sus familiares en el terremoto del año anterior, el resto estaban de “vacaciones” por llamarlo de alguna manera. Los niños y niñas asomaban la cabeza por la puerta cada dos por tres para vernos, creo que es la primera vez que veían a algún extranjero por allí. Cuando terminamos, empezamos a sacar el material de las maletas y las caras, esta vez de los mayores cambiaban a medida que íbamos sacando cosas, no se podían creer todo lo que les habíamos llevado. En el hotel antes de eso nos habíamos quedado con algunas cosas para repartirlas también durante el viaje en la montaña.

Dos amores. Monique (Derecha)
Con un pequeño gran hombre.
Cuando terminamos de sacar todo, los directores, del colegio y de la ONG estaban flipando y las mujeres que allí estaban con los niños entre ellas la mujer del director del colegio flipaban aún más. Fue un momento muy emocionante, pero más aún fue cuando ellos mismos organizaron una fila de pequeños para ir recogiendo parte del material y uniformes. El resto se lo quedaría la escuela para entregarlos y organizarlos, ya que todo esto debía durarles mucho tiempo.
Fue espectacular ver la cara de los niños y niñas recogiendo sus cosas, a los más pequeños les entregamos también unos juguetes que llevé yo y que mi hija ya no utilizaba, unos peluches y cosas así. Las caras nos lo decían todo, que felicidad y que ilusión tenían. Después nos enseñaron toda la escuela y entramos en unas cabañas hechas polvo que utilizaban a modo de clases. Era duro de ver, me repito.

El mejor estadio es el que tu quieras.
Por fin, todo el ambiente se relajó un poco, al menos para mi que tenía el corazón encogido y los grandes nos invitaron a jugar al idioma universal del futbol. Muchas veces leo cosas de los antifutboleros sobre deportes que también importan, ya he escrito en mi Facebook varias veces sobre esto y no voy a alargarme pero señores, increíble lo que puede conseguir el futbol… cosa que jamás hará el rugbi, el bádminton, la halterofilia o el patinaje artístico. Allí el que más el que menos sabía darle una patada al balón y sus caras se llenaban de sonrisas al vernos jugar a Romen y a mí, por cierto tenemos una jugada de gol grabada en GOPRO que es digna de ver, golazo que aplaudieron todos allí y que marcó un chavalito bajito pero con mucha calidad, yo también pude marcar algún gol que otro.

Idioma universal.
Debido a la altura y a lo oxidado que estaba me retiré pasado un rato y jamás olvidaré las palabras de aquel chico bajito con la camiseta de Portugal y como no CR7. Chico: It is done? Yo: Yes, I'm an old man, jajaja Chico: oh ... but you play very well  Yo: you Too, y dándole la mano llegué al final de mi partido de futbol en Nepal. Sudé, reí, se me saltó alguna lágrima y volví a sonreír esa mañana en aquel poblado. Fui feliz por hacer durante un rato feliz a tantos enanos.
Descansamos un rato tomándonos un té y sin querer que pasara el tiempo nos hicimos muchas fotos y nos tuvimos que ir, ojalá vuelva a ver algún día a algunos de esos críos, o al menos espero saber que están bien, y han salido adelante en sus vidas. 
Del resto de aquel día ya recuerdo poco ya que mi cabeza quedó allí en la escuela, de hecho el camino de regreso me pareció cortísimo. Sé por las fotos que tuvimos un día tranquilo, andando por el centro, sé que quedamos por la noche con nuestro guía para cenar en un sitio “lujoso” donde comimos muy bien, y vimos un espectáculo de danza nepalí que estuvo bastante animado y bonito, más tarde nos volvimos al hotel y nos preparamos para salir al día siguiente. Empezaba lo bueno, teníamos por delante muchos días a pie para llegar a nuestro objetivo, a mi sueño, estaba nervioso nuevamente, empezaba lo bueno, aunque cuanto más pasa el tiempo, más me doy cuenta de lo que ya sospechaba, lo bueno acababa de suceder aquel día por la mañana.

Baile típico nepalí.
PD: Si haceis Clik en las fotos podréis verla en tamaño grande.

sábado, 3 de septiembre de 2016

03/04/2016 Katmandú.


Tras unas 36 horas de viaje con transbordo en Madrid y Abu Dhabi llegamos, cansados, pero con muchas ganas de verlo todo.

Enjambre de cables. Katmandú.
Tres no siempre son multitud.
Ya el aeropuerto de la capital nepalí es un auténtico caos, cuando al fin consigues pasar la aduana, sellar visado, pagar y recoger tus maletas (las dos con el material escolar estaban tiradas en un rincón alejado de la cinta donde salieron todas las demás, al parecer pasaron por la aduana pero ni las miraron… BIEN!!!) puedes salir a la cruda realidad. Katmandú… el caos, el más absoluto caos, una capital pobre, donde no existen reglas de circulación, donde te puedes dejar la vida a bordo de cualquier tipo de vehículo, donde puedes atropellar a 50 personas cada 100 metros pero donde no pasa nada de esto… un orden dentro del mayor de los desórdenes. He estado en sitios como Marruecos y Egipto, y jamás ni de lejos he visto una cosa igual. 

Los alrededores del centro son indescriptibles, hay que verlo para poder hacerse una idea. Todo lleno de basura, todo reventado, la polución era espectacular, no se veía el azul del cielo, la gente iba con máscaras, todo tirado, hasta las tiendas están llenas de todo… la más mínima limpieza brilla por su ausencia, tiendas minúsculas con 5 o 6 vendedores de roña dentro, esperando a que pase alguien para intentar venderle alguna de esa mercancía roñosa, es impresionante de verdad, no puedo poner muchas fotos de todo esto porque no terminaría, en fin... Un paraíso para los aventureros. Total, en el aeropuerto conocimos a nuestro guía que nos esperaba con un conductor y unos collares de claveles naranjas, símbolos de bienvenida y de suerte. 

Con los collares de claveles.
Difícilmente nos entendíamos, nosotros por nuestro inglés y a él por su inglés… fuimos pillándole el acento poco a poco. 

Llegamos al hotel donde nos hospedaríamos a la ida y a la vuelta de la montaña, en total 4 días aunque en un principio eran cinco, pero eso ya lo contaré más adelante cuando lleguemos a Lukla desde Namche. ¿El hotel? Una pensión de mala muerte aquí en España, allí un 4 estrellas. Conocimos al director de la ONG a la que ayudamos y quedamos por la tarde noche con él, con nuestro guía y el director de la agencia con la que hacíamos el treking. Hablamos con ellos mientras nos tomábamos nuestro primer MilkTea, el primero de mi vida, después vendrían muchos más. Quedamos para el día siguiente con el director de la ONG, el cual nos llevaría a un poblado a las afuera de Katmandú para entregar el material escolar. Con el director y el guía acordamos todos los términos del treking y nos dieron bastante información sobre el viaje en sí y sobre lo que podíamos hacer en Katmandú esos días “libres” 

Tienda de ¿piedras?
Máscaras budistas.
Ya casi sin vernos las caras pues había un corte de luz (muy muy habitual en la capital) y el generador no daba para la luz del patio del hotel, nos despedimos con ganas de que llegara el día siguiente. Nos duchamos en la habitación y sin descansar (ni ganas aún) nos fuimos a patear un poco el centro. IMPRESIONANTE todo lo que puedes llegar a ver, oír, comprar y comer ahí… no se puede explicar tampoco, eso si, ahí tenéis que ir, debería ser obligatorio, por Ley, estar en el centro de Katmandú un día al menos en la vida de todas las personas. Perdí la cuenta de las veces que nos ofrecieron “diversión psicotrópica” en fin, un caso, un bendito caos.

Comimos en un restaurante raro, mil y pico rupias, la primera cena, la más cara de todas las del viaje en suelo nepalí, ya le iríamos cogiendo el truquillo. Apenas tenían luz, pero se respiraba un ambiente agradable, no parábamos de reírnos de todo, estábamos nerviosos, cansados y con hambre, estábamos en el culo del mundo a punto de vivir una aventura guapísima, de hecho ya había empezado. 

Set Dalbat.
Como picaba todo… hasta el agua picaba, allí pica hasta el café con leche. Los sudores me caían por toda la cara mezcla de picor en la boca y del calor que había en la ciudad, la comida era un Set Dalbat, un plato de arroz picante, rodeado de una especie de espinacas picantes, una sopa super picante, y unas habichuelas con pollo que también picaban lo suyo, vamos... un paladar infernal a los cinco segundos de empezar a comer.

En fin, un lujo, un viaje único que acababa de empezar, terminábamos el día bebiendo mucha agua, leyendo un poco sobre la ciudad, escuchábamos la tele sin entender nada, hablamos de lo que nos deparaba el futuro próximo y sin más y con algún mosquito que otro nos fuimos a dormir, un día impresionante, comenzaba el sueño, estábamos preparados y encima al día siguiente teníamos una pequeña pero gran misión que cumplir, entregar el material escolar que tanto nos había costado poner allí, más de 46 kilos de ilusión para unos niños que merecían todo eso y más.

Katmandú.