miércoles, 18 de enero de 2017

Pakding – Namche Bazar.


Gran día nos esperaba, después de haber dormido un poco de “aquella manera” sobre todo por el frio, nos dispusimos a hacer la mochila y desayunar, evidentemente repetimos desayuno y lo que no sabíamos es que haríamos lo mismo casi todo el resto del viaje, huevos, patatas cocidas, dos tostadas de pan duro y mantequilla con una especie de mermelada híper mega dulce.

Salimos temprano, ya esa noche mientras cenábamos conocimos a Brad y Jacob, padre he hijo (10 años) que intentarían al igual que nosotros llegar al campo base del Everest, Jacob es un chico especialmente fuerte que siempre llegaba el primero al resto de pueblos del camino. También conocimos a Michael, un chico Australiano muy amable, y también conocimos a sus guías.


Estuvimos andando durante mucho tiempo aunque la verdad que el camino de momento no se hacía duro, los paisajes eran espectaculares y en cuanto el día despuntó, salió un sol súper agradable que nos hacía estar de muy buen humor y con bastantes ganas de todo. Se nos aventuraba muy buen tiempo durante el trek y la verdad que lo que veíamos a nuestro paso era espectacular, todo absolutamente, era la época del rododendro (árbol típico de Nepal) que además estaba totalmente florecido.

Nos encontrábamos muchas aldeas, todas preciosas, muchas de ellas en plena construcción, allí no se sabía que era la crisis del ladrillo, entre otras cosas porque usaban madera y piedra, y además el paso turístico hacia el Everest las hacían ser aldeas prosperas. Habían muchos lodges a cada poco, paramos en uno de ellos a tomar un MilkTea y en nuestro primer punto de control, Isword (el guía) se encargaba de todo el trámite mientras nosotros disfrutábamos como enanos con los niños de por allí, sacamos el gofio dulce que llevábamos gracias a mi amiga Leo y su madre, y a pesar de que al principio no estaban muy seguros de si probarlo o no, en cuanto el primer valiente puso ojos de “ESTO ESTÄ BUENÍSIMO” todos empezaron a poner la mano, el aspecto no les llamaba la atención, pero el sabor les gustaba y así lo hacían ver. 
A las tres horas más o menos empezamos a notar las piernas, se iban cargando conforme íbamos cogiendo altura. Ya estábamos a unos 3.100 metros, pensábamos que nos quedaba poco cuando vimos un pequeño poblado como a 150 metros por debajo nuestro, junto a un rio, recuerdo pensar… si bajamos hasta ahí después tendremos que subir esos 150 metros más los que nos quedaban hasta los 3440 que estaba Namche… Me vine un poco abajo y pregunté al guía si todo iba a ser así, a lo que me respondió “Si, más o menos si” o eso le entendí yo.
Al rato de estar bajando por una ladera interminable rodeada de bosque, llegamos a ese poblado, llevábamos 3 horas y media andando más o menos y por fin llegó la merecida parada para comer. Comimos bastante bien y al rato y tras tomarnos un café aguado, empezamos a caminar nuevamente.

No sé cuántos puentes pasamos, muchos, pero ninguno como al rato de estar andando vimos. Ante nosotros el mítico puente Hillary, el de las películas, súper alto, como lo imaginaba, o incluso algo más. Espectacular y una sensación de alegría me invadía, había soñado con cruzar ese puente muchísimo tiempo, lo llevo viendo desde que era niño, no me podía creer que en un rato iba a estar cruzándolo. Por encima del puente Hillary quedaba una montaña muy grande que teníamos que rebasar y justo después… bueno unos kilómetros después estaría Namche. El cansancio pasó a un segundo plano. No sé como pero subí muy rápido hasta donde comenzaba el puente, la sensación de cruzarlo es inexplicable  y más aún cuando pega fuerte el viento como pegaba, está en plena garganta entre dos montañas entre tierras sherpas, un espectáculo, parece que vas a volar como una cometa, sensación única que me guardo en la mente y el alma para siempre.
Hillary Bridge
Después de sacar muchas fotos y algún video continuamos, lo que veíamos durante el ascenso por aquella montaña nos desmoralizaba, al menos a mí, cantidades de sherpas subiendo por una colina cargados de mercancía, y por la que a mí me costaba muchísimo tirar de una mochila de12 kilos. Se hizo muy pesada esa subida, a cada dos por tres teníamos que parar para dejar pasar un sherpa o para que pasaran algunos gokyos, cosa que te desmoralizaba más. Al final otro puesto de control, con un policía que nos miraba de arriba a abajo y que preguntó a nuestro guía (no sé por qué) que si éramos luchadores… No me pregunten por qué, no tengo ni idea, la lucha libre es muy popular allí y nos vería caras raras o algo. 

Sherpa
Tras un descansillo de unos minutos para beber y comernos alguna barrita energética recorrimos la última parte del camino, habíamos llegado a Namche. Un inmenso pueblo Sherpa empotrada entre montañas, recoge el nombre de los bazares que inundan el pueblo por todos lados, nos recibía con un sol que le daba un espectacular aurea santa, a pesar de los terremotos del año anterior estaba bastante recompuesta, trabajaban todo el día para restaurar el poblado y de paso mejorarlo.

Habíamos llegado al paraíso de las montañas, al oasis de lujo, donde estos eran, poder bañarse, comprar lo que quisieras o hiciera falta, donde había internet asequible, enchufes, y donde podías hasta sacar dinero, tomarte un café en un Irish Pub o un trozo de tarta en una cafetería guapísima. Pequeños lujos de los que no nos daríamos cuenta que lo eran hasta mucho más adelante… Namche fue el último pueblo donde me duché por última vez hasta la vuelta, donde me volví a duchar y donde Namche se hizo leyenda. Por cierto una cosa es no ducharse y otra no asearse, las duchas de agua caliente de Namche se convirtieron en rápidos y fríos momentos de toallitas húmedas con las que me “lavaba” podría ahorrarme contar todo esto pero es la realidad, es lo que hay.

Namche Bazar
Ese día recuerdo descansar, beber Milk Tea en el Lodge, salir a ver el pueblo, comprar cosas para los niños, pelotas, caramelos, galletas, etc… dimos material escolar, paramos a tomar café del bueno, compramos alguna cosilla y hasta nos quedamos posteriormente viendo el Real Madrid en un pub hasta las 2 de la mañana, una locura en la montaña, esa fue la última vez que vi perder al Madrid hasta el otro día contra el Sevilla en liga, una pasada. 

Calle en Namche


Al día siguiente nos esperaba un día emocionante y con sorpresa, pero para no extenderme más en esta entrada la dejaré para la próxima publicación. Namche Bazar, un sueño.

domingo, 15 de enero de 2017

Katmandú - Lukla - Phakding



Llegó el día, tocaba volar, iniciar el trayecto que tanto tiempo llevaba preparando. 

Estaba muy emocionado, aunque dormí bien, todavía tenía el torrente de emociones del día anterior y además en mi cabeza no dejaba de ver imágenes del aeropuerto al que nos íbamos a “enfrentar” El Tenzing – Hillary, el aeropuerto más peligroso del mundo, y no es que lo diga yo, es que así lo considera la aviación internacional, casi nada.

Pronto estábamos en pie y listos para salir. Bajamos al patio del hotel donde nos comimos el desayuno, pan con mantequilla, huevos fritos, verdura salteada y patatas cocidas y un poco fritas, y por supuesto un milk tea. Al terminar fuimos a nuestra habitación cogimos todos los bártulos y nos dirigimos a la recepción del hotel. Allí nos esperaba el guía Isword y un conductor que nos llevaría al caótico aeropuerto de Katmandú. 

Cargamos todo en la furgoneta y a correr, a pasearnos por la yincana de la vida… pudimos tener cien accidentes en los 45 minutos que duraba el trayecto al aeropuerto, por suerte tuvimos solo muchos sustos.
Por fin llegamos, nos dieron las tarjetas de embarque, con menos medidas de seguridad que los albañiles en marruecos, en fin, tras pagar un pequeño suplemento por exceso de equipaje (material de los críos que aún llevábamos con nosotros) estuvimos esperando un rato en la sala de espera hasta que nos llegó el turno.
En aquella sale vi muchas cosas, pero una que me llamó mucho la atención fue la de un hombre fregando… y no, lo curioso no era eso, si no que una mujer lo esperaba para que cada vez que el mojaba la fregona ella escurrirla con las manos sacando todo el agua negra que había en ella y cambiando el agua una y otra vez, como hace 60 años aquí pero en la actualidad allí, espectacular y triste. 

Nos montamos en unos pequeños autobuses que nos llevaban a las puertas del avión, curiosamente las maletas iban con nosotros, en unos remolques que el mismo autobús tenía. Buena técnica para no perder las maletas. El avión era como una lata de conservas con alas, y era de los buenos. Compañía GOMA AIR, casi un lujo, la segunda mejor compañía de vuelos interiores en Nepal. Aún así el avión daba pena, nosotros como siempre nos reíamos por todos excepto algún otro pasajero al que no le hacía tanta gracia volar en ese cacharro y hacia ese lugar. Creo que nuestra inconsciencia nos ayudó a pasar el rato. 

Treinta y cinco minutos después de despegar ya veíamos el aeropuerto de Lukla, si ya de por si es espectacular, verlo desde el aire lo es mucho más, parece increíble que se pueda aterrizar ahí. Entramos por un cañón entre las montañas, nos sacudieron como en una coctelera y aterrizamos como buenamente pudieron estos pilotos que para mí son unos fieras, ya me gustaría ver a cualquier otro piloto “de primera” cogiendo tierra allí.

Si el aeropuerto de Katmandú es un caos, el de Lukla lo es elevado a la décima potencia. Brutal, llegamos, no nos miraron nada, todo lleno de basura, de suciedad.

Del más absoluto caos salimos por una puerta sin ningún tipo de control policial y allí nos esperaba Ram, el Sherpa, una persona increíble con el que aún mantengo un habitual contacto. Junto a él se amontonaban mucho más sherpas en busca de algún turista que viajara por libre y al que llevar su maleta o mochila, parecía un mercado, pero de personas, un rollo muy raro. Ram se hizo rápido con todo y estaba caminando antes de darnos cuenta. 

Al llegar paramos para desayunar en una casa de té donde nos quedaríamos a la vuelta, desayunamos justo al lado de la pista de aterrizaje, viendo entrar y salir otros aviones, una experiencia muy bonita. Cuando terminamos el desayuno, el segundo del día y falta que nos iba a hacer, nos pusimos a caminar, todo acababa de empezar, estaba eufórico, las piernas me iban al 120% y no paraba de sacar fotos a todo, iluso de mí no sabía lo que me esperaba aún… Recuerdo que a la vuelta veíamos a otros como nosotros que se dirigían hacia arriba y pensábamos eso… pobres ilusos, no saben dónde se están metiendo.
Estuvimos caminando a un muy buen ritmo durante un par de horas, paramos un rato a descansar y seguimos. Era el día más sencillo de todos, a las tres horas y poco ya nos encontrábamos en Phakding, nuestro primer destino, llegamos a nuestro lodge (hostal) y descansamos un poco antes de bajar a comer, allí teníamos Wifi, todo un lujo, aunque había que pagarlo y barato no era. Pasamos el resto de la tarde después de comer escribiendo a la familia, viendo fotos, riendo y viendo como llegaban otros viajeros y se acomodaban a tomar té, café y agua. Alguno ya llegaba medio reventado y es cuando empezamos a conocer a muchos de los viajeros que nos acompañarían a lo largo del recorrido y con lo que coincidiríamos en casi todos, por no decir todos los pueblos, en la ida y en la vuelta.

Al terminar el día estábamos bastante cansados, me duché con agua fría aunque se agradecía la ducha, me puse cómodo y con unas vistas increíble de las montañas que nos rodeaban nos fuimos a dormir en una habitación en la que los grados bajaban a medida de que pasaban las horas, no sé a cuanto estuvimos durante la madrugada pero os puedo asegurar de que hacía muchísimo frio.

Fue un día muy especial, lleno de todo, empezamos a cruzar los míticos puentes construidos por la organización Hillary, hechos de acero y con gran resistencia, empezamos a ver los Gokios (como los Jaks, pero sin pelos, ya que caminan a otras alturas más bajas) hablamos mucho con nuestro guía, los dos estábamos cómodo con el viaje y todo fluía mejor de lo que al menos yo me esperaba en todos los aspectos. 
Fue un gran día y solo era el primero. Al día siguiente nos esperaba una gran caminata.