domingo, 15 de enero de 2017

Katmandú - Lukla - Phakding



Llegó el día, tocaba volar, iniciar el trayecto que tanto tiempo llevaba preparando. 

Estaba muy emocionado, aunque dormí bien, todavía tenía el torrente de emociones del día anterior y además en mi cabeza no dejaba de ver imágenes del aeropuerto al que nos íbamos a “enfrentar” El Tenzing – Hillary, el aeropuerto más peligroso del mundo, y no es que lo diga yo, es que así lo considera la aviación internacional, casi nada.

Pronto estábamos en pie y listos para salir. Bajamos al patio del hotel donde nos comimos el desayuno, pan con mantequilla, huevos fritos, verdura salteada y patatas cocidas y un poco fritas, y por supuesto un milk tea. Al terminar fuimos a nuestra habitación cogimos todos los bártulos y nos dirigimos a la recepción del hotel. Allí nos esperaba el guía Isword y un conductor que nos llevaría al caótico aeropuerto de Katmandú. 

Cargamos todo en la furgoneta y a correr, a pasearnos por la yincana de la vida… pudimos tener cien accidentes en los 45 minutos que duraba el trayecto al aeropuerto, por suerte tuvimos solo muchos sustos.
Por fin llegamos, nos dieron las tarjetas de embarque, con menos medidas de seguridad que los albañiles en marruecos, en fin, tras pagar un pequeño suplemento por exceso de equipaje (material de los críos que aún llevábamos con nosotros) estuvimos esperando un rato en la sala de espera hasta que nos llegó el turno.
En aquella sale vi muchas cosas, pero una que me llamó mucho la atención fue la de un hombre fregando… y no, lo curioso no era eso, si no que una mujer lo esperaba para que cada vez que el mojaba la fregona ella escurrirla con las manos sacando todo el agua negra que había en ella y cambiando el agua una y otra vez, como hace 60 años aquí pero en la actualidad allí, espectacular y triste. 

Nos montamos en unos pequeños autobuses que nos llevaban a las puertas del avión, curiosamente las maletas iban con nosotros, en unos remolques que el mismo autobús tenía. Buena técnica para no perder las maletas. El avión era como una lata de conservas con alas, y era de los buenos. Compañía GOMA AIR, casi un lujo, la segunda mejor compañía de vuelos interiores en Nepal. Aún así el avión daba pena, nosotros como siempre nos reíamos por todos excepto algún otro pasajero al que no le hacía tanta gracia volar en ese cacharro y hacia ese lugar. Creo que nuestra inconsciencia nos ayudó a pasar el rato. 

Treinta y cinco minutos después de despegar ya veíamos el aeropuerto de Lukla, si ya de por si es espectacular, verlo desde el aire lo es mucho más, parece increíble que se pueda aterrizar ahí. Entramos por un cañón entre las montañas, nos sacudieron como en una coctelera y aterrizamos como buenamente pudieron estos pilotos que para mí son unos fieras, ya me gustaría ver a cualquier otro piloto “de primera” cogiendo tierra allí.

Si el aeropuerto de Katmandú es un caos, el de Lukla lo es elevado a la décima potencia. Brutal, llegamos, no nos miraron nada, todo lleno de basura, de suciedad.

Del más absoluto caos salimos por una puerta sin ningún tipo de control policial y allí nos esperaba Ram, el Sherpa, una persona increíble con el que aún mantengo un habitual contacto. Junto a él se amontonaban mucho más sherpas en busca de algún turista que viajara por libre y al que llevar su maleta o mochila, parecía un mercado, pero de personas, un rollo muy raro. Ram se hizo rápido con todo y estaba caminando antes de darnos cuenta. 

Al llegar paramos para desayunar en una casa de té donde nos quedaríamos a la vuelta, desayunamos justo al lado de la pista de aterrizaje, viendo entrar y salir otros aviones, una experiencia muy bonita. Cuando terminamos el desayuno, el segundo del día y falta que nos iba a hacer, nos pusimos a caminar, todo acababa de empezar, estaba eufórico, las piernas me iban al 120% y no paraba de sacar fotos a todo, iluso de mí no sabía lo que me esperaba aún… Recuerdo que a la vuelta veíamos a otros como nosotros que se dirigían hacia arriba y pensábamos eso… pobres ilusos, no saben dónde se están metiendo.
Estuvimos caminando a un muy buen ritmo durante un par de horas, paramos un rato a descansar y seguimos. Era el día más sencillo de todos, a las tres horas y poco ya nos encontrábamos en Phakding, nuestro primer destino, llegamos a nuestro lodge (hostal) y descansamos un poco antes de bajar a comer, allí teníamos Wifi, todo un lujo, aunque había que pagarlo y barato no era. Pasamos el resto de la tarde después de comer escribiendo a la familia, viendo fotos, riendo y viendo como llegaban otros viajeros y se acomodaban a tomar té, café y agua. Alguno ya llegaba medio reventado y es cuando empezamos a conocer a muchos de los viajeros que nos acompañarían a lo largo del recorrido y con lo que coincidiríamos en casi todos, por no decir todos los pueblos, en la ida y en la vuelta.

Al terminar el día estábamos bastante cansados, me duché con agua fría aunque se agradecía la ducha, me puse cómodo y con unas vistas increíble de las montañas que nos rodeaban nos fuimos a dormir en una habitación en la que los grados bajaban a medida de que pasaban las horas, no sé a cuanto estuvimos durante la madrugada pero os puedo asegurar de que hacía muchísimo frio.

Fue un día muy especial, lleno de todo, empezamos a cruzar los míticos puentes construidos por la organización Hillary, hechos de acero y con gran resistencia, empezamos a ver los Gokios (como los Jaks, pero sin pelos, ya que caminan a otras alturas más bajas) hablamos mucho con nuestro guía, los dos estábamos cómodo con el viaje y todo fluía mejor de lo que al menos yo me esperaba en todos los aspectos. 
Fue un gran día y solo era el primero. Al día siguiente nos esperaba una gran caminata.

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