Día duro donde los haya, salimos temprano tras desayunar
hacia Dingboche. Amaneció un día precioso, volvimos a coincidir en el camino
con el rodaje de la película francesa “El Ascenso” eligieron una ubicación muy
bonita para rodar unos paisajes. El día acompañaba y las fuerzas a priori
también, me encontraba mucho mejor que el día anterior a nuestra llegada.
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| Pequeña Nepalí con su nuevo amigo. |
El camino era muy bonito pero pronto empezarían a
desaparecer los árboles, la zona boscosa y la verde vegetación para dejar paso
a un ambiente más árido. La falta de oxígeno se hacía notar, y la naturaleza
así lo hacía ver. Hicimos un par de paradas para regalar algunos colores y
libretas y un peluche a una niña preciosa, muy tímida que solo sonrió con los
ojos al ver aquel león que le compré a mi hija cuando era pequeña. Era uno de
los juguetes “estrella” que llevaba conmigo y aquella niña lo merecía.
Tras varias horas de caminata dura llegamos a una aldea
donde paramos para comer. Recuerdo llegar y tirarme en los asientos del lodge y
descansar. Después de comer, volví a tumbarme con un sueño tremendo, parecía
que me moría, se acababa el ruido, y solo quedaba dolor, cansancio y paz. Así espere
un rato hasta que le té con limón que me sirvieron se enfrió un poco.
Después de recuperar algo de fuerzas, proseguimos hasta
nuestro siguiente destino. Tras otras cuantas horas caminando llegamos a
Dingboche. Recuerdo llegar muy cansado, extenuado, roto por dentro y por fuera.
Cuando llegué al lodge me tiré en la cama, con todo lo puesto me tapé como
pude, tenía mucho frio, y me eché a dormir.
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| Dingboche |
Al cabo de un rato llegó Ram e Isword, me dieron más ajos
crudos, me los comía como caramelos de fresa, no es que me gustaran pero solo
pensar que me aliviarían ese tremendo dolor de cabeza que tenía y esa angustia,
me hacía verlos como si fueran dulces caramelos. Al rato me pude incorporar e
ir a la sala común. Se respiraba buen ambiente, paz y se notaba que la gente
comenzaba a notar el mal de altura, me aliviaba un poco no ser el único. Allí fue
donde Isword me explicó más detenidamente que hacían cuando los miembros de una
expedición empezaban a sentir mal de altura.


Me explicó que lo que solían hacer es que cuidaban los
síntomas, los intentaban tratar. Si al día siguiente, ya pasadas las
suficientes horas de los síntomas, los síntomas no remitían o empeoraban, le
daban la vuelta al cliente y lo descendían hasta el pueblo más cercano,
esperaban unas horas, si los síntomas remitían o desaparecían, seguían ascendiendo
hasta reincorporarse al grupo, si no remitían se debía seguir descendiendo y
por lo tanto abandonando la expedición. Este segundo caso no pasaba por mi
cabeza en absoluto, es más, por mi cabeza no pasaba otra cosa que no fuera
llegar al campo base fuera como fuese. Al contarme esta forma de proceder, se
me quitaron todos los males. Mejoré y por la tarde noche estaba cenándome lo
que para mí fue una de las mejores pizzas que me he comido en mi vida. Estuve
escribiendo en el diario, leyendo y pensando en descansar. Al día siguiente
teníamos día de descanso y aclimatación. Nos fuimos a dormir a nuestra peculiar
habitación y descansamos como pudimos esa noche.
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| Salón común del Lodge |
Recuerdo que al salir de la zona común hacia la habitación
nos encontrábamos de frente con el Ama Dablam, la luna apenas lo iluminaba pero
podías sentir su presencia y su poder. Simplemente espectacular. Detrás de
nuestras cabezas a pocos kilómetros el Monte Everest.
Al día siguiente nos despertamos, desayunamos y nos
dispusimos a realizar un ascenso de aclimatación a una de las montañas que
teníamos justo detrás del lodge. Yo me quedé a mitad, me encontraba algo
cansado pero bien, sin ningún tipo de malestar o dolor, y no quise forzar.
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| Panorámica del Valle de Dingboche |
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| Panorámica Ama Dablam |
Creo
que esta decisión fue vital. La verdad es que de Jesús Calleja si algo he
aprendido en sus charlas, eventos y episodios es a “gestionar el riesgo” en
este caso quise parar y dejar que mis compañeros ascendieran al pico de aquella
montaña, pareció una decisión cobarde, pero resultó ser muy acertada, me ayudó
mucho, cogí confianza en mi cuerpo, en mi mente y me ayudó a pasar un día
bastante bueno, aclimaté muy bien, dormí bien la noche siguiente y descansé
bastante. Me fui a dormir después de hacer lo habitual, leer, escribir, repasar
fotos, etc. Al día siguiente me esperaba un día muy duro.
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| Al fondo el Makalu |
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