lunes, 23 de abril de 2018

Go To Lobuche

Empezamos el día tras un buen desayuno, empaquetamos todo, Ram tiene cara de cansado, pero no pierde la sonrisa. Un auténtico Crack, no nos espera y sale el primero. Nosotros salimos más tranquilo, tenemos un día de muchas horas de camino, nos dirigimos hacia Lobuche, primer pueblo a los pies del glacial del Kumbu, (toda la nieve que baja del Everest y Lothse forman este glacial)
Descansando, a la derecha el pico Lobuche
Empezamos a andar, hasta pronto, A la vegetación, todo es árido, nos acompañan en el camino muchos Sherpas, Jacks y demás montañeros. Todos con un cansancio importante acumulado pero alegras, estamos cerca de nuestro objetivo. Estuvimos andando durante mucho tiempo por la loma de un valle (en entradas futuras hablaré de ese valle, “el desierto”) encontramos unas vistas espectaculares, vimos el monte Lobuche y su campo base, espectacular. Recuerdo que durante el camino Romen me iba contando cosas y yo como en un sueño recuerdo escucharlo pero no oírlo, sentía que me hablaba y me contaba cosas interesantes, pero como en un sueño que no recordaba bien, me daba cuenta de que no sabía muy bien que me había dicho. Se me empezaba a ir un poco la olla. Tenía que seguir, iba a merecer la pena.

Tras no se ni cuantas horas andando que a mí me parecieron días paramos a comer. Nos sentamos en una aldeílla de tres lodges, allí se concentraba de todo tipo de montañeros, alpinistas etc. Estaba la expedición chilena que se disponía a subir el Everest, un grupo de mujeres que iban subvencionadas por Zippo, otros montañeros con los que ya era habitual coincidir, incluso nuevamente con el equipo de rodaje de la película “el ascenso”
Esa aldea estaba a los pies de una larguísima subida, se veía el sendero recorrer toda la subida, personas y Jacks se adivinaban como pequeñas hormigas vistas desde un primer piso.  Te desmotivaba todo, sabías que después de comer como casi el resto de días te tocaba subir aquella montaña. Mentalmente a mí me tiraba por tierra todo, no era capaz de reponer fuerzas solo de ver aquello. Allí vimos otras dos chiquillas a las que les dimos libretas y colores. Es increíble ver cómo viven y pensar que están allí y allí seguirán, en la montaña, en la nada, sin otro futuro que el día a día de aquellos lugares.


Terminamos de comer un gran plato de pasta, unos macarrones con tomate que se saltaban las lágrimas. Y continuamos la marcha.

Sin mirar para arriba empezamos a ascender. Subida insoportable, insufrible, sobrepasando por primera vez los cinco mil metros de altitud. Faltaba oxigeno por todos lados, y muchos dábamos bocanadas de aire cual pez fuera del agua. Paramos unas cuantas veces. De vez en cuando había un rellano para descansar y parecía que se terminaba el sufrimiento, pero no. Seguíamos caminando y tras más de una hora, casi dos, de ascenso llegamos al final de esa subida, que no del camino de aquel día. La verdad es que las vistas eran inmejorables desde aquella altura, estábamos en el “cementerio” del Everest, entrecomillado ya que allí no había ningunos restos humanos, solo había tótems en honor a los caídos en el Everest, desde alpinistas de renombres como Sharp, hasta sherpas de los que solo se acuerdan sus familiares. Es bastante emotivo pasear por aquel lugar y ver los tótems, yo llegué bastante reventado y no pude disfrutarlo todo lo que hubiera querido.

Tras un descanso para tomar fotos, y como se dice aquí en Tenerife, coger resuello, nos disponemos a continuar la marcha, aunque parecía que estaba todo hecho, nada más lejos de la realidad, nos quedaban un par de buenas horas de caminata.
Finalmente, reventados llegamos a Lobuche. La verdad es que es aquí cuando supe que la decisión de ahorrar energías el día anterior había sido un auténtico acierto. De haber tomado otra decisión muy probablemente se habría acabado el sueño de alcanzar el campo base para mí. Ese día descansamos en el Lodge, la habitación era como una nevera, llevábamos días sin agua caliente para ducharnos, sin descansar bien y tuvimos que dormir con las botellas de agua dentro del saco para que no se congelasen. Apenas pude dormir, no tanto por el dolor de cabeza, que ese día apenas lo notaba o por las náuseas que tampoco, más bien era por la falta de oxígeno, tuve que dormir casi sentado durante algunas horas de la noche, ese fue el primer día que no pude contactar con mi mujer y mi hija. Internet no funcionaba a pesar de haber gastado dinero en comprar sus tarjetas de papel para la señal wifi. Por primera vez tenemos que orinar en las botellas de agua vacías, era imposible salir en plena noche de la habitación, según nos comentó el guía al día siguiente esa noche estuvimos a -10º dentro de las habitaciones. Mi nevera en invierno está a -5º. Ahí lo dejo. Había que descansar como fuera, al día siguiente 12 de abril era el gran día. ¿Podríamos llegar a cumplir el sueño?

Lobuche












No hay comentarios:

Publicar un comentario

Muchas gracias por participar en este blog!